Divide las ideas de Locke en impresiones (vivas sensaciones que tenemos cuando usamos nuestros sentidos) e ideas (representaciones de la memoria y de la fantasía que surgen de las impresiones). Además, asienta el principio según el cual todos nuestros conceptos o ideas han de poder reducirse a algo intuitivamente dado, si es que pretendemos justificar su validez objetiva. Al igual que su antecesor, defiende el principio según el cual la consciencia extrae, sin excepción, sus contenidos de la experiencia, pero, al mismo tiempo, reconoce en las matemáticas y en la lógica un conocimiento independiente de la experiencia y universalmente válido. Sin embargo, esto se explica porque plantea que todos los conocimientos lógicos y matemáticos provienen de la experiencia, pero sus relaciones son válidas con independencia de la experiencia (es decir, establece una distinción entre las cuestiones de hecho y las relaciones de ideas).
Encontramos en su doctrina el antecedente medieval más importante del empirismo, en cuanto a que niega la existencia real de los universales, al apelar siempre a la experiencia como proceso que nos permite examinar y comprobar la verdadera realidad de las cosas (en términos muy generales, asegura que con ayuda de la experiencia aprendemos a nombrar de un mismo modo a objetos singulares que poseen características o rasgos similares, por lo que los conceptos no son el resultado de un proceso de abstracción de una forma o esencia que supuestamente reciben dichos objetos al momento de ser creados).
El empirismo privilegia a este tipo de ciencias, en cuanto a que se trata de disciplinas científicas basadas en el método experimental y en las observaciones sistemáticas de hechos (física, química, biología, etc.)
En la Antigüedad, Sexto Empírico reconocía el parentesco que, por aquel entonces, mantenía la medicina con esta postura epistemológica, pues entre ambas era común la falta de dogmas y la indiferencia en el uso de palabras, así como la regla de seguir las indicaciones suministradas por la naturaleza y por las necesidades corporales. En otras palabras, Sexto Empírico aseguraba que el médico que procede según método no debía afirmar nada de forma temeraria en torno a los hechos oscuros, sino que tenía que dar seguimiento a los fenómenos y de estos tomar lo que generaba un beneficio para el cuerpo, por lo que en su arte debía prevalecer la práctica sobre la teoría (el empirismo moderno mantendría una actitud parecida, al rechazar la posibilidad de un conocimiento suprasensible, dado que este supera los límites de la experiencia, por lo que no puede ser verificado por esta).
Representa la versión más reciente del empirismo. Debemos su creación al Círculo de Viena y su divulgación a algunas corrientes inglesas y norteamericanas. Su exigencia fundamental consiste en que cualquier enunciado debe resultar susceptible de ser verificado, confirmado o puesto a prueba, si es que hemos de atribuirle algún significado lingüístico o sentido (en caso de que no cumpla con dicha condición, se considera que el enunciado carece de sentido).
El empirismo niega este rasgo que, por el contrario, el racionalismo atribuía a la verdad, en cuanto a que reconoce que toda verdad puede y debe ser puesta a prueba. En otras palabras, el empirismo reconoce que todo conocimiento resulta susceptible de ser corregido o abandonado, aun cuando en determinado momento haya sido calificado como verdadero.